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BATALLAS DE FE

BATALLAS DE FE

La fe está definida como una convicción, una certeza, algo en lo que creemos por encima de lo que se ve o de lo que está ocurriendo.

Aunque la fe está asociada a términos religiosos, va mucho más allá de los templos y de los credos, es por ello que hasta los hombres más apáticos en términos de religión, pueden desarrollar acciones o vivir por medio de fe.

La fe es espiritual, pero se evidencia y opera en lo material; no es coherente hablar de que se cree en algo cuando no se actúa de acuerdo a lo que se dice que se cree.

En las batallas del día a día debemos usar la fe para tener victoria y es más común de lo que nos imaginamos.

La fe en ocasiones pasa por mentirosa, pues llama las cosas que no son como si fuesen, ve respuestas donde aparentemente no hay salida.

En alguna ocasión el gran apóstol Pablo le dice a su hijo espiritual Timoteo que pelee la buena batalla de la fe, lo que implica que creer es una lucha, no será fácil, la lógica, las dudas, las experiencias de otros, tu propia incredulidad son factores que te ponen en un campo de batalla y si no afirmas lo que crees, te pueden mandar contra las cuerdas.

Refiriéndonos la concepto de la batalla la Biblia nos narra un conflicto real entre dos pueblos, que apostaron sus fuerzas militares campamento frente a campamento y están esperando la orden de batalla para el ataque masivo de sus tropas.

Esta guerra ha sido el origen de películas, obras de teatro, reflexiones, conferencias, etc. Pero el factor determinante fue la certeza; tanto así que en esta guerra inicial no hubo un contacto cuerpo a cuerpo, el actuar en fe de cada contrincante fue determinante en el embate.

Nos referimos al famoso pasaje que nos narra la lucha de David y Goliat. Un joven adolescente que se atreve a aceptar el desafío de un experimentado guerrero, imponente, arrogante, de elevada estatura, de aproximadamente tres metros de altura.

La vida como un gran campo de batalla nos exige convicción en lo que hacemos para librar las batallas, cada día al levantarnos de la cama debemos enfrentar ciertas batallas, que dependiendo de nuestro accionar traerán la victoria o la derrota, son pequeñas guerras que todos enfrentamos.

Batalla física. El escritor de la historia hace una detallada descripción física de este soldado, su vestimenta, el peso de su lanza, los protectores de su armadura, entre otros; un hombre del volumen y altura de Goliat, no pasaba desapercibido, al parecer él lo sabía y se encargó de intimidar a los escuadrones del ejército israelí mostrando su grandeza.

Cuando asumimos una batalla, podemos empezar por lo físico y no hacemos referencia a apariencias falsas o de aparentar lo que no somos; lo que queremos decir es que cuando estamos en una batalla emocional, laboral, espiritual o de la índole que sea, nuestra postura física evidencia qué tan dispuestos estamos a dar batalla.

Considero que en el momento difícil es la mejor oportunidad para poner nuestra mejor cara, vestirnos con esa ropa que nos hace sentir muy bien, pararnos derechos, sonreír, saludar a las personas, dar un buen apretón de mano, abrazar a alguien y mostrarle a la vida, a las circunstancias, o a quien sea, que estamos de pie para asumir lo que está sucediendo.

Algunos cuando se encuentran en momentos difíciles, fruncen el ceño, hablan irritadamente, se tornan groseros y agresivos, como si el resto de la humanidad fuera responsable de lo que está sucediendo, demostrando con su postura física que la batalla está perdida, que literalmente nos está doblando la espalda y que estamos derrotados.

Goliat salió seguro de su contextura, de su experticia en el arte de la guerra, pero luego vemos que su oponente salió listo a ofrecerle combate. David no se escondió detrás de alguien, se dispuso con sus armas pastoriles a que físicamente el retador viera que alguien le aceptaba el reto del combate uno a uno.

Esto desprende una cantidad de enseñanzas, pero la que de golpe nos llega es que no importa tu apariencia o si las estadísticas te favorecen o no, párate con seguridad y da la batalla a aquello o a aquel que es más grande que tú, porque más allá de las apariencias o las estadísticas, las guerras son del que las enfrenta, no del que se esconde.

Si no te encuentras enfermo o incapacitado, jamás des una batalla desde tus cobijas, con ojeras en tu rostro, sin ducharte y con la peor ropa que tengas en tu armario.

Pensemos por un momento que en casa ha surgido una desavenencia terrible, que literalmente te quita el sueño, te desanima y te resta fuerza y entusiasmo, pero al día siguiente, tienes una entrevista de trabajo con alguien muy influyente y poderoso de quien puedes sacar un provecho tan grande que sabes que puede ayudarte a salir de la situación que vives en el hogar. ¿Cómo te presentas a ese encuentro? ¿Qué impresión consideras debes proyectar?

¿Cómo esperas que el ser más poderoso del universo, Dios, te ayude si cuando tienes problemas no eres capaz de lavarte el rostro?.

¿Cómo pretendes que el Creador, la vida, las personas, las circunstancias, lo que sea, conspiren a tu favor, si físicamente te vestiste para dar lástima en vez de provocar respuestas positivas?

La lástima y la autocompasión, pueden darte respuestas temporales, placebos de triunfo, pero la conquista está en quien se dispone para ella y actúa como tal.

Batalla de las palabras. Un dato importante que no debemos dejar escapar es que Goliat salía a gritar desafiante mañana y tarde, buscando a un soldado que midiera fuerzas con él, reto que nadie asumía y que era ahogado por el silencio de los guerreros de Israel.

Es decir que por 80 ocasiones este gigante les grita, los amedrenta, los hace sentir inútiles para el enfrentamiento; casi que les hizo un rayón en el disco duro y de tanto repetirlo ya se creían derrotados.

«El hecho de que hayan repetido mil veces una mentira, no la convierte en una verdad»

Es decir, que no tiene relevancia cuántas veces has asimilado una mentira, una frase malintencionada, una mala palabra, cuando decidas creer, podrás sobreponerte a ello.

Resulta sumamente interesante que la historia no relata que hubo algún osado que le haya respondido al filisteo o haya hablado de una manera diferente a sus compañeros de pelotón. Pero cuando David, el muchacho que en ese momento era un humilde pastor de ovejas, escuchó una sola vez los insultos del gigantón, se dijo así mismo y a los demás algo como: «¿Y quién este tipo que desafía al ejército de Dios?»

Posteriormente este adolescente hijo de un hombre ya anciano llamado Isaí se para en la línea de la batalla y lo primero que tienen es un enfrentamiento de palabras.

Lo que decimos muestra lo que tenemos en el corazón, evidencia si creemos o no. Las palabras son como una declaración profética que amarra nuestras circunstancias y nuestro futuro. Es claro que no podemos modificar lo que ya existe, pero si podemos crear a partir de nuestras palabras, de lo que hablamos nos rodeamos, las palabras son como bocados que se ponen en una mesa para degustarlos, la calidad de la comida depende de las palabras que pongamos en nuestra boca.

Las palabras con las que asumes tus problemas, con las que hablas de ti mismo, con las que asumes la vida que llevas, son las que desatarán un destino sobre ti.

No podemos evitar los problemas, pero si podemos evitar el hablar incorrectamente. Lo que ignoramos es que las circunstancias difíciles son excelentes oportunidades para usar nuestra boca en pro de un cambio.

Por eso la biblia nos habla del poder de la oración y del poder de lo que hablamos, porque es un poder delegado por Dios que afecta las atmósferas positiva o negativamente.

Volviendo al paraje de la batalla, los improperios de Goliat tuvieron su correspondiente respuesta en los labios de David, quien siempre le afirmó lo equivocado que estaba y que sería él y su pueblo quienes se alzarían con la victoria.

«No dejes que los gritos del enemigo callen lo que ya comenzaste a decir en pos de tu victoria«

Jesucristo mismo le refirió esto a sus discípulos con un ejemplo experiencial con un a higuera que el maestro secó con una frase, cuándo sus prosélitos vieron que el árbol se había secado desde la raíz, el Señor les dijo que ellos también estaban facultados para hacer lo mismo, delegando esto para todos los creyentes. Mateo 21:21.

En la batalla diaria revisa con que palabras te atas cuando te miras al espejo, con que boca asumes las pruebas que trae la vida.

Batalla de la actitud. Las reacciones que tenemos son claves para determinar lo que tenemos por dentro. Algo que no puede dejar pasar es que el libro de Hebreos indica que Dios se agrada de la fe, inclusive, es capaz de pagarle bien a aquellos que consideren que es un ser real.

Cuando tus actitudes demuestran que le crees a Dios o que por lo menos te esfuerzas por ello, entras en un camino donde allanas los obstáculos de una respuesta de Dios.

David no enfrentó a este gigante con acciones pusilánimes, se paró frente a él, le respondió a sus insultos y se mostró a él.

No debemos confundir la humildad con la cobardía, David no dijo: «vamos a ver de pronto a pesar que no sirvo para pelear, tal vez le gane a este filisteo»; lo enfrenta no creyéndose superior, sino sabiendo que confía en Dios para lograr su cometido.

La confianza debería ser directamente proporcional en quien la deposites, si Dios es ilimitado, infinito y todo poderoso, la confianza debe ir en la misma línea.

Hasta ese momento David era un pastor de ovejas, por lo que los implementos que utilizó para la batalla eran los que él conocía, no portaba armadura porque no la manejaba y porque no era su talla, no podemos tener una actitud de ser alguien que no somos, pero si debemos entender que desde lo que somos como personas, podemos ganar grandes victorias.

La actitud son acciones, las acciones vivifican a la fe, por lo que no es coherente decir que creo si no actúo.

En este punto de la batalla, ambos guerreros se miraron, hablaron, ninguno le había tocado un cabello a su contrincante, pero llegó el momento del embate físico. La historia dice que David se apresuró, como quien está seguro que va a ganar y tiene premura de terminar rápido la contienda para llevarse la victoria.

Cuando tengas un conflicto, date prisa a ponerle la cara, eso demuestra que tu crees que tienes con qué salir adelante y que deseas salir de lo que estás viviendo.

Por un momento comparemos la actitud de los soldados experimentados con la del joven pastorcillo. Los primeros llevaban 40 días con un problema de 3 metros de estatura que les gritó 80 veces, el cual no habían resuelto.

En contraste a David le bastó escucharlo una sola vez para enfilar fuerzas a la solución de raíz.

El dilema es si ante los problemas, nos acostumbramos a ellos, como se diría: les hacemos cama, para que vivan con nosotros, o tenemos la actitud de buscarle solución y no convivir con la toxicidad que ello genera.

Si hoy decides confiar en Dios, vas a tener el mismo respaldo de David para pararte en la línea de la batalla.

Te invito a tener una amistad con Dios.

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